Hola a todos. Les hago entrega de un nuevo cuento para su disfrute personal. Es un poco raro, creo, pero se me ocurrió cuando me estaba quedando dormido, así que no pueden culparme por eso. Espero que les guste y dejen algún comentario.
PERFECCIÓN
AUTOR: SANTIAGO GJURATOVICH
En la cama de un lujoso hospital descansaba el cuerpo de un niño. De su mente no podía decirse lo mismo. Aún fuertemente sedado, no encontraba descanso. Es que, en muchos casos, el cuerpo y la mente no coinciden, y en su caso en particular, más aún. Porque ese cuerpo, que no había envejecido ni un solo día después de los diez años, albergaba una mente de diecisiete años de edad.
Nadie podía explicarse como algo así era posible. Desde el momento en que el fenómeno había sido detectado, se habían realizado casi todas las pruebas posibles (casi todas, porque el sujeto no habría podido sobrevivir a las restantes). La información había sido recolectada exitosamente, y analizada por todos los medios posibles. El resultado final siempre era el mismo: Imposible. Algo así simplemente no podía existir.
No era esa, sin embargo, la razón por la que el joven con cuerpo de niño estaba en el hospital ese día. Esa persona había intentado suicidarse, y casi lo había logrado. De no haber sido capturado con las manos en la masa, el daño habría sido irreparable.
Frente a la cama, sentada con las piernas cruzadas, esperaba una enfermera. Tenía un uniforme blanco, blancos guantes y un gorro también blanco. Toda su vestimenta estaba impecablemente limpia. Era hermosa, con la cantidad adecuada de maquillaje perfectamente aplicado, puliendo cada uno de sus rasgos. Se habría visto bien sin necesidad de estas cosas, pero con ellas lucía simplemente radiante.
Lentamente, el paciente abrió los ojos. Tardó un rato en enfocar la mirada. Cuando lo hizo, pronunció unas pocas palabras en tono derrotado. –Fallé ¿verdad?-
-Eso depende de lo que consideres “fallar”- dijo la enfermera sin moverse de su sitio.-Personalmente, me gusta considerar como un triunfo aquella opción que me permite seguir con vida.
- Eso lo dice porque no tuvo una vida como la mía.
- No la tuve. No, nadie jamás la ha tenido ¿Eso te molesta?
-¿Es usted psicóloga o algo? – Preguntó el chico, de pronto desconfiando.
- Soy una enfermera. Pero los médicos a cargo de tu caso creen que podrías beneficiarte si hablaras un poco conmigo.
-¿En qué forma?
- No lo sé, no me dijeron nada. Creo tener una idea… Pero no voy a decírtela todavía.
- No serviría de nada. Usted no puede entenderlo.
La enfermera se levantó y se acercó a él. Cuando habló, lo hizo con ojos decididos- ¿Por qué no probas entonces? Contáme tu historia a ver si la entiendo ¿o acaso tenés miedo de que sí la entienda?
-¿Por qué tendría que hacerlo?
- Porque si no me lo contás a mí se lo vás a tener que contar a todo un equipo de psicólogos que están preparando para vos.
- No habla enserio. ¿Verdad?- Preguntó el joven asustado
-Hablo muy enserio. Sos un caso demasiado especial como para perderse de una oportunidad así.
- ¡Como quiera!- Gritó el paciente enojado- ¿Sabe aunque sea algo de mi caso?
-Leí el archivo. Pero no dejes que eso te detenga. Empezá por donde te sientas más cómodo.
El chico tomó aire antes de empezar a hablar. En un principio era apenas un susurro, que fue ganando en volumen a media que avanzaba. –Dos años. Ese fue el tiempo que tardaron en darse cuenta de que yo ya no estaba creciendo. Primero pensaron que era un problema de nutrición, después uno hormonal, y cuando resultó que no era ninguno de los dos empezaron a preocuparse. Estuvieron haciéndome estudios durante más de una año antes de decirme nada. Resultó que no tenían idea de lo que me pasaba. Todo indicaba mi edad, excepto por mi cuerpo. Me mandaron a casa, con instrucciones de llamar si algo cambiaba.
“Al principio no fue tan difícil: Había perdido el año por faltas así que la aparente diferencia de edad no se notaba tanto. Después se empezó a complicar. Todo el salón sabía ya lo que me pasaba. El médico había creído prudente explicarles.”
“Entonces empezaron las burlas. No era para tanto al principio, pero era desagradable. Me trataban como una especie de bicho raro, se juntaban entre varios para pegarme. Para cuando me quise defender ya era muy tarde: Todos eran ya más grandes y más fuertes que yo. Estaba bastante mal de ánimo.”
“Me empezaron a gustar las chicas. Digo, antes me gustaban, solo que me empezaron a gustar GUSTAR ¿entiende? A las chicas yo les gustaba, como adorno. Mi vida amorosa estaba frita antes de empezar por el simple hecho de que yo era demasiado tierno, demasiado infantil para ser objeto de deseo.”
“Así que no tengo amigos, ni novia, ni chance de cambiar eso. ¿Todavía le parece que tengo una vida feliz?”
-Nunca dije que fuera feliz- respondió la enfermera- Aunque todavía creo que vale la pena. En todo caso ahora me toca a mí.
- ¿Qué quiere decir con eso?
-Quiero decir, que ahora es mi turno de contar una historia, y ya que escuché la tuya sin interrumpirte, te sugiero que hagas lo mismo.
“Había una vez una niña que nació con manos y brazos perfectos, aunque el resto de su cuerpo era de lo más normal. No obstante, perfecto no quiere decir práctico: Sus manos y brazos parecían pertenecer a alguien de entre veinte y treinta años de edad, incluso desde su nacimiento. No tenían límites de fuerza, o de ninguna otra cualidad. Jamás cometían un error ni temblaban indecisos. Los médicos intentaron extirparlos, solo para darse cuenta de que no podían dañarlos de ninguna forma: Las sierras con filo de diamantes se rompían en pedazos, los rayos laser ni siquiera dejaban alguna marca. Tendría que vivir con ellos”
“Aunque la niña fue creciendo, sus manos y sus brazos siguieron siempre iguales. No necesitaban cambiar, pues ya eran perfectos. De ella también se burlaban, pero con más crueldad. A ella la llamaban monstruo, porque alguien con manos o brazos tan perfectos no podía ser humano.”
“La niña se preguntaba por qué sus brazos no la protegían y un día lo supo: Aunque perfectos, seguían siendo sus brazos y sus manos, no se moverían a no ser que ella se los ordenara. Con ese conocimiento, se esforzó mucho por llegar a ser alguien que pudiera ayudar a la gente con sus brazos y sus manos, para que todos vieran que no eran tan malos, y para que todos supieran que ella quería ayudarlos.”
-No esperará que yo me crea todo eso.
La enfermera se acercó a la pared, se sacó sus guantes, revelando un par de manos tan hermosas que no hay palabras para describirlas y, con solo sus dedos pulgar e índice, arrancó un trozo de concreto, lo sostuvo un instante en el aire como si no pesara nada, para luego pulverizarlo con igual facilidad. –Me hubiese gustado que lo creyeras sin necesidad de una demostración. Por cierto, los costos de reparación van a estar incluidos en tu factura.
-Pero… pero… no lo entiendo ¿Porqué me contó todo esto? ¿Qué se supone que aprenda?
-Sos medio cabeza dura ¿verdad? Nadie te dijo que tuvieras que aprender nada. Pero si insistís en una moraleja acá va una:” Es mejor que te aceptes a vos mismo, porque sos el único que te va a tener que aguantar durante toda la vida” Es una bastante buena, especialmente en tu caso, aunque si se te ocurre algo mejor ¡más vale así!
-Doctora DiMaría se la necesita en la sala de operaciones- anunció una voz por los parlantes.
-Bueno me tengo que ir, parece que me llaman.
-¡Pero usted me dijo que era una enfermera!
-Y es cierto, pero también soy cirujana cardiovascular y neuróloga. Soy buena en esto de la medicina. En cualquier caso, pensá en lo que te dije y no trates de matarte. ¡Nos vemos!
El chico quedó solo en la habitación con la historia aún dando vueltas por su cabeza. Después de un rato, supo que tenía una moraleja todavía mejor: Aunque tengan millones de puntos en común, todas las vidas son únicas a su manera. Esa es la mayor relación entre todos esos seres que se llaman a sí mismos humanos. Todos son iguales, en el hecho de que todos son únicos.
Ya encontraría alguien que lo viera como era: no solo su apariencia, sino también el joven debajo de ella. Después de todo, si no podían ver más allá de la superficie, probablemente no fueran amigos de los más interesantes. Alguien que no iba envejecer en otros siete años, o setenta, o setecientos, necesitaría una vida interesante. Iba a ser una larga vida, pero no estaría solo.
FIN.